El 9 de noviembre de 2029 se capturó una imagen profunda, detallada y apilada del objeto interestelar 3I/ATLAS, que revela características sorprendentes que han planteado importantes preguntas sobre su naturaleza. La imagen, tomada durante un corto período de 14 minutos utilizando una combinación de imágenes de dos telescopios, muestra múltiples chorros que emanan del objeto, extendiéndose aproximadamente 1 millón de kilómetros en la dirección del Sol y aproximadamente 3 millones de kilómetros en la dirección opuesta.
Suponiendo que 3I/ATLAS sea un cometa natural, sus propiedades se han analizado basándose en estas imágenes recientes. Los chorros, que se espera que tengan velocidades de salida de aproximadamente 0,4 kilómetros por segundo, indican que este fenómeno probablemente continuó durante un período de 1 a 3 meses. En particular, se observó que los chorros dirigidos por el Sol eran detenidos por el viento solar a una distancia de un millón de kilómetros, lo que llevó a una densidad de masa estimada de unos pocos millones de masas de protones por centímetro cúbico en esa región.
El flujo de masa calculado, derivado de los chorros, es de aproximadamente 5 mil millones de toneladas por mes por área cuadrada de un millón de kilómetros de cada lado. La dinámica inicial ha sugerido que la masa total asociada con 3I/ATLAS es de al menos 33 mil millones de toneladas, y alrededor del 16% de esta masa posiblemente se haya perdido debido a las salidas de chorros, lo que coincide con las observaciones de aceleración no gravitacional en el perihelio.
Sin embargo, esta evaluación requiere una investigación más profunda sobre la energía recibida del sol. Dado que la sublimación del hielo de dióxido de carbono (CO2) requiere considerablemente menos energía que la del hielo de agua (H2O), datos espectroscópicos recientes del Telescopio Webb indican que el 87% de la masa del gas que rodea a 3I/ATLAS a una distancia significativa era CO2. Para tener en cuenta la pérdida de masa requerida de 5 mil millones de toneladas de CO2 dentro de un mes del paso del perihelio, los cálculos sugieren que el objeto debe haber absorbido suficiente energía: al menos 3×10^{18} julios. Dado que el Sol está entregando energía a esa distancia a una velocidad de 700 julios por metro cuadrado por segundo, esto implicaría que 3I/ATLAS debe haber tenido un área de absorción de más de 1.600 kilómetros cuadrados, sustancialmente mayor que el diámetro máximo estimado de 5,6 kilómetros derivado de los datos del Hubble.
Esta discrepancia plantea serias dudas sobre la validez de la hipótesis del cometa natural. Si más observaciones confirmaran una pérdida de masa significativa en el perihelio, las implicaciones serían asombrosas; sugieren que 3I/ATLAS pudo haberse desintegrado, posiblemente rompiéndose en al menos 16 pedazos. Tal fragmentación aumentaría drásticamente la superficie expuesta al sol, lo que respaldaría las tasas de pérdida de masa observadas.
Se espera que las fuerzas de marea del Sol separe aún más los fragmentos en las próximas semanas, dando lugar a fenómenos visuales que recuerdan al encuentro del cometa Shoemaker-Levi 9 en 1994 cerca de Júpiter. Sin embargo, si los datos futuros muestran que 3I/ATLAS conserva su integridad, la comunidad científica debería reevaluar su clasificación como cometa natural y considerar explicaciones alternativas para su origen.
Además de las preocupaciones sobre la pérdida de masa y la posible ruptura, las dimensiones de 3I/ATLAS presentan otra anomalía; su masa es más de un millón de veces la del objeto interestelar 1I/’Oumuamua. Esta discrepancia plantea dudas sobre el origen de un cuerpo de hielo tan grande, lo que sugiere que la entrega de un objeto de esta naturaleza al sistema solar interior es extremadamente rara.
Las estimaciones de probabilidad indican que un objeto de este tamaño debería aparecer en nuestro entorno una vez cada diez mil años o más. La trayectoria de alineación específica de 3I/ATLAS complica aún más su origen, ofreciendo menos del 0,2% de probabilidad de provenir de orígenes astrofísicos conocidos, lo que lleva a una probabilidad acumulada de aproximadamente uno entre cien millones para su aparición.
Las implicaciones tecnológicas de estas observaciones son profundas, lo que sugiere que si 3I/ATLAS es un objeto fabricado, varios métodos de propulsión podrían explicar los chorros, utilizando potencialmente una eficiencia energética mucho más allá de las capacidades de los propulsores químicos o iónicos.
Se espera que futuros análisis espectroscópicos aclaren la velocidad, el flujo de masa y la composición de los chorros que rodean 3I/ATLAS. Los datos esperados podrían ser cruciales e impulsar una mayor investigación sobre los misterios de este enigmático objeto interestelar.



