Ataques aéreos estadounidenses matan al menos a 80 personas durante operaciones de narcotraficantes en medio de tensiones con Venezuela


Al menos 80 personas han muerto en una serie de ataques aéreos estadounidenses contra presuntos narcotraficantes durante el último mes. Estos ataques, parte de una campaña que comenzó a principios de septiembre y que desde entonces se denominó oficialmente Operación Lanza del Sur, se están llevando a cabo en el Caribe y el Pacífico oriental. En la operación se desplegaron decenas de miles de tropas estadounidenses, lo que marcó la mayor presencia militar estadounidense en América Latina en décadas.

La administración Trump ha defendido los ataques aéreos como esenciales para frenar el flujo de narcóticos de América Latina a Estados Unidos. El secretario de Defensa estadounidense, Pete Hegseth, expresó que la misión tiene como objetivo eliminar a los que describió como “narcoterroristas” en la región, afirmando que esto es fundamental para proteger vidas estadounidenses. Sin embargo, los detalles sobre los objetivos específicos de estos ataques se han mantenido en gran medida en secreto. Las autoridades han sugerido un vínculo con el “Tren de Aragua”, una pandilla venezolana clasificada como organización terrorista extranjera.

Del 2 de septiembre al 13 de noviembre, según se informa, las fuerzas estadounidenses llevaron a cabo al menos 21 ataques aéreos contra buques narcotraficantes, destruyendo 20 objetivos diferentes. La mayoría de los ataques han tenido lugar cerca de las costas de Venezuela y Colombia, y las víctimas son etiquetadas principalmente como «narcoterroristas». Los informes de investigación han indicado que muchos de los asesinados eran traficantes de bajo nivel que recurrieron al crimen por desesperación económica, junto con al menos un jefe criminal local.

La legalidad de estos ataques aéreos ha sido objeto de escrutinio, y la administración Trump sostiene que están dentro de los límites legales como un acto de autodefensa contra lo que clasifican como un conflicto armado con los cárteles de la droga, a los que etiquetan como «combatientes ilegales». Sin embargo, algunos juristas sostienen que atacar a personas sin el debido proceso podría violar el derecho internacional e incluso constituir crímenes contra la humanidad.

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Los críticos han señalado posibles violaciones de la ley estadounidense en materia de autorización de acciones militares, ya que sólo el Congreso puede declarar la guerra. En una declaración reciente, el presidente Trump enfatizó que Estados Unidos puede actuar contra barcos cerca de Venezuela, sugiriendo que una campaña más amplia podría requerir la aprobación del Congreso, aunque expresó su preferencia por evitar esta ruta.

En medio de estas maniobras militares, se ha movilizado un importante poder naval y aéreo estadounidense en el Caribe y el Atlántico occidental, lo que genera temores de un ataque inminente contra Venezuela. Esto incluye el despliegue del portaaviones USS Gerald R Ford junto con varios destructores de misiles guiados y barcos anfibios capaces de transportar miles de tropas. Estados Unidos también envió aviones de combate a bases en Puerto Rico y lanzó bombas cerca de la costa venezolana. Trump ha reconocido haber autorizado las operaciones de la CIA en Venezuela, aunque los detalles permanecen secretos.

En respuesta, el gobierno del presidente Nicolás Maduro denunció la intensificación de la presencia militar estadounidense como un intento de desestabilizar a Venezuela. Desde entonces, el ejército venezolano ha realizado ejercicios de preparación y ha movilizado 200.000 soldados en todo el país. La respuesta de Maduro fue de cautela, enfatizando la necesidad de paz e impulsando intervenciones extranjeras que recuerdan a conflictos anteriores en países como Libia y Afganistán. Declaró: «No más guerras eternas. No más guerras injustas», defendiendo resoluciones diplomáticas sobre acciones militares.



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