Cada otoño, la lluvia de meteoritos Táuridas ilumina el cielo nocturno desde finales de octubre hasta principios de noviembre, cautivando a los observadores de estrellas con sus rayos brillantes y resplandecientes. Comúnmente llamados ‘bolas de fuego de Halloween’, estos meteoros toman su nombre de la constelación de Tauro (el Toro), donde se encuentra su punto radiante. Se recomienda a quienes deseen experimentar este fenómeno celeste que busquen lugares en el cielo oscuro, lejos de las luces de la ciudad. En Nuevo México, por ejemplo, los vastos paisajes y la mínima contaminación lumínica ofrecen algunos de los cielos más despejados, lo que lo convierte en un lugar ideal para observar la lluvia.
Cuando los meteoros atraviesan el cielo, son esencialmente pequeñas partículas de polvo, guijarros o rocas que se queman al ingresar a la atmósfera de la Tierra. Las Táuridas provienen de los escombros dejados por el cometa Encke, que orbita alrededor del Sol y arroja material a lo largo de su camino. La Tierra se encuentra con este campo de escombros dos veces al año: una vez alrededor de Halloween y otra en junio, cuando ocurren las Beta Táuridas, aunque rara vez son visibles a menos que produzcan bolas de fuego excepcionalmente brillantes.
A la luz de los acontecimientos históricos y las posibles amenazas de los objetos cercanos a la Tierra (NEO), los científicos están cada vez más preocupados por las implicaciones de la corriente de Táurida. Una investigación reciente dirigida por Mark Boslough ha puesto esta cuestión aún más en el centro de atención. Su estudio, publicado en la revista Acta Astronautica y presentado en la Conferencia de Defensa Planetaria de Ciudad del Cabo, profundiza en los posibles riesgos asociados a la Corriente de Táurida, especialmente en los años 2032 y 2036.
Boslough enfatiza la importancia de los esfuerzos coordinados de defensa planetaria destinados a proteger la Tierra de los impactos de OCT. «La defensa planetaria requerirá estudios exhaustivos para descubrir y rastrear OCT, campañas para caracterizar OCT peligrosos y esfuerzos de modelización para predecir los resultados del impacto», afirmó.
Si bien las partículas más pequeñas de la Corriente Táurida ingresan regularmente a la atmósfera, los cuerpos peligrosos más grandes que pueden causar daños importantes, como las partículas responsables de la explosión de Chelyabinsk en 2013 y el evento de Tunguska en 1908, son menos comunes. La investigación de Boslough sugiere que estas explosiones atmosféricas de pequeños OCT podrían representar un riesgo mayor de lo que se pensaba anteriormente. También menciona un concepto especulativo llamado «enjambre resonante de Táuridas», que podría incluir grupos de escombros influenciados por la gravedad de Júpiter.
Esta lluvia resonante puede alinearse con Júpiter en ciclos, permitiendo que la fuerte gravedad del planeta atraiga fragmentos hacia formaciones apretadas. Boslough enfatiza que los datos de observación respaldan la existencia de esta lluvia teórica, como lo indican las bolas de fuego registradas y las características sísmicas en la Luna que coinciden con las predicciones.
Se espera que el posible manejo de este supuesto enjambre ocurra en los años 2032 y 2036, lo que genera preocupaciones sobre mayores impactos durante ese tiempo. Boslough cree que los estudios específicos con telescopios existentes durante estos encuentros cercanos pueden proporcionar datos valiosos. Descubrir objetos cercanos a la Tierra de mayor tamaño con suficiente advertencia podría permitir tomar medidas para reducir o eliminar el riesgo de impacto.
Su investigación ha recibido el apoyo de organizaciones como la NASA y la Administración Nacional de Seguridad Nuclear, que también enfatizan la importancia de la conciencia pública sobre los peligros naturales, incluidos los impactos de asteroides. Aconseja a los residentes de las zonas afectadas, como Nuevo México, que se mantengan informados y mantengan una perspectiva práctica sobre los riesgos asociados con los objetos cercanos a la Tierra.
Boslough señala el evento de Chelyabinsk como un recordatorio de los peligros potenciales, señalando que la mayoría de las lesiones fueron causadas por vidrios rotos cuando la gente corría hacia las ventanas para presenciar el destello. Si ocurriera un evento similar en Nuevo México, se podría esperar el mismo patrón, lo que haría fundamental que los residentes se mantuvieran alejados de las ventanas durante una explosión.
De cara al futuro, la aproximación de la Lluvia de Táuridas en 2032 brindará una oportunidad única para observar a medida que avanza hacia la Tierra desde el lado nocturno, haciéndola más visible. Sin embargo, si el enjambre existe, el riesgo de colisión o explosión de aire puede ser mayor, aunque en general sigue siendo bajo. Por el contrario, las bolas de fuego serían difíciles de detectar durante el día a menos que fueran excepcionalmente brillantes.
Boslough advierte contra la desinformación sobre los OCT y sus riesgos, señalando que gran parte de ella se difunde a través de las redes sociales y los medios sensacionalistas. Ha trabajado activamente para aclarar conceptos erróneos dentro de la comunidad científica y el público.
Para aquellos interesados en presenciar la lluvia de meteoritos Táuridas de este año, Boslough sugiere mirar hacia arriba después de las 2 a. m. en la noche de Halloween, después de que la luna se haya puesto. La lluvia también será visible unos días después de la luna llena el 5 de noviembre, brindando más oportunidades para que los observadores del cielo experimenten este evento celestial anual.
 
                