En un anuncio sorpresa a través de las redes sociales, el presidente de Estados Unidos indicó su intención de reintroducir los ensayos nucleares, una práctica que ha estado inactiva durante más de treinta años. Esta decisión se produce en medio de una escalada de acontecimientos militares tanto en Rusia como en China, y plantea interrogantes sobre el marco jurídico internacional existente que supervisa los ensayos nucleares, en particular el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (TPCE). Llama la atención que Estados Unidos nunca haya ratificado este tratado, que contiene obligaciones claras para sus signatarios.
El mensaje del presidente enfatizó las capacidades nucleares de Estados Unidos, citando un aumento en la modernización del arsenal durante su primer mandato. En su declaración, reconoció los desafíos asociados con el potencial destructivo de las armas nucleares, pero describió la decisión de reanudar las pruebas como una respuesta necesaria a las actividades militares de otras potencias mundiales. Ordenó explícitamente al Departamento de Guerra que comenzara pruebas nucleares “inmediatamente” para garantizar que las capacidades estadounidenses siguieran siendo competitivas.
Este anuncio marca un alejamiento significativo de la política estadounidense de larga data de no realizar ensayos de armas nucleares, que ha estado vigente desde 1992. Es probable que la reanudación de los ensayos altere significativamente las percepciones estratégicas y debilite los mecanismos diplomáticos y legales que actualmente rigen las prácticas de ensayos nucleares.
Creado para prohibir las explosiones de prueba de armas nucleares, el TPCE incluye estrictos procedimientos de verificación diseñados para impedir que los países realicen pruebas. Aunque el tratado se abrió a la firma en 1996, su implementación depende de la ratificación por parte de países específicos enumerados en el Anexo II, un paso que Estados Unidos no ha dado. A pesar de esto, una arquitectura de verificación integral sigue operativa incluso en las fases preliminares.
El momento de este anuncio coincide con una reunión reciente entre el presidente de Estados Unidos y el presidente chino, Xi Jinping, destinada a abordar las tensiones comerciales en curso marcadas por el aumento de aranceles de ambas partes. Aunque los líderes describieron la reunión como productiva, el contexto de aumento del gasto y las capacidades militares complica aún más el panorama diplomático. El gasto militar mundial alcanzó niveles récord de más de 2,7 billones de dólares, y tanto Estados Unidos como China representan casi la mitad de esta cifra. China ha complementado su ventaja numérica en capacidades navales con avances en la producción y mantenimiento de buques de combate.
A pesar de esto, Estados Unidos mantiene una ventaja estratégica a través de la investigación y el desarrollo, sus capacidades militares integradas y su flota de submarinos de propulsión nuclear. Los analistas advierten que Estados Unidos debe encontrar formas de traducir sus ventajas tecnológicas en una preparación militar sostenible para evitar que las disparidades se conviertan en riesgos estratégicos.
A medida que la dinámica con Rusia continúa evolucionando, Estados Unidos ve una amenaza inmediata que emana de las continuas acciones militares de Rusia en Ucrania, además de las recientes pruebas de armas avanzadas. Los informes de Rusia sobre su torpedo “Poseidón” –caracterizado por su importante potencial destructivo– indican avances en sus capacidades militares, lo que tensa aún más esta ya frágil relación.
En respuesta a esta atmósfera cargada, tanto Estados Unidos como Rusia parecen estar atrapados en un ciclo de pruebas y contrapruebas provocativas, lo que aumenta los riesgos de la competencia estratégica. El Kremlin ha dejado claro que sus recientes pruebas no deben considerarse como una prueba nuclear de la misma categoría que las pruebas estadounidenses.
La presión constante para reanudar los ensayos nucleares tiene profundas implicaciones para el control y la estabilidad de armas internacionales. A medida que aumentan las tensiones, la viabilidad de reanudar las detonaciones nucleares dependerá de la respuesta de la comunidad internacional y de las consecuencias diplomáticas que puedan resultar. La directiva del presidente debería revertir décadas de moderación nuclear y redefinir el panorama de seguridad global mientras los países navegan en esta nueva y turbulenta era de competencia armamentística.
 
                