A medida que el cierre del gobierno entra en su cuarta semana, la administración del presidente Donald Trump es marcadamente diferente de cierres anteriores. Ella opta por un enfoque de «negocios como siempre». A pesar de los continuos permisos que afectan a unos 750.000 empleados federales y otras personas que trabajan sin remuneración, Trump continúa viajando, organizando eventos de recaudación de fondos y participando en viajes diplomáticos. Con los fondos para servicios clave como el Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (SNAP) a punto de expirar, la Casa Blanca está lanzando un programa completo que incluye una próxima gira de seis días por Asia, luego de recientes excursiones en Medio Oriente.
A diferencia de cierres anteriores en los que los presidentes redujeron sus actividades para parecer más comprensivos ante el público estadounidense, Trump está participando visiblemente en eventos importantes. El ambiente típicamente austero de un cierre aparentemente está ausente, ya que disfruta de salidas de golf y reuniones con donantes sin recortes significativos de personal. Los informes indican que sólo el 32% de la oficina ejecutiva del presidente está de licencia, un marcado contraste con cierres anteriores donde esa cifra era más del 60%.
El presidente ha cambiado su estrategia al no reconocer públicamente el cierre y, en cambio, culpar a los demócratas en el Congreso. Esta táctica le permite mantener una sensación de normalidad en el ala oeste evitando la confrontación directa. Por ejemplo, en un almuerzo reciente con senadores republicanos, Trump sirvió hamburguesas preparadas por el personal de la Casa Blanca en lugar de las comidas de McDonald’s que ofrecía durante su primer mandato.
Los estrategas políticos señalan que este enfoque podría generar beneficios políticos porque hace que Trump parezca presidencial en medio de los disturbios, distanciándolo del estigma de las negociaciones de cierre. Las administraciones anteriores, como la de Barack Obama, estuvieron marcadas por cambios significativos en los viajes y las apariciones públicas durante los cierres, que a menudo implicaron esfuerzos para resaltar el impacto negativo de los cierres en los programas y servicios federales.
Además, el sentimiento público sobre la responsabilidad del cierre sigue dividido, mientras que los demócratas están bajo presión para idear una estrategia unificada. Las encuestas muestran que, si bien una mayoría cree que tanto Trump como los republicanos en el Congreso tienen una responsabilidad significativa por la situación, un número significativo también responsabiliza a los demócratas.
A medida que la situación evoluciona, la administración de Trump parece dispuesta a mantener el cierre por más tiempo que los presidentes anteriores, lo que indica un cálculo estratégico que podría informar negociaciones futuras. Mientras se avecinan plazos críticos para los créditos fiscales que apoyarán a millones de estadounidenses, queda por ver si esta postura audaz en última instancia servirá a los intereses del gobierno o tendrá consecuencias imprevistas a medida que aumenta la frustración pública.



