La última película de Kathryn Bigelow, Una casa hecha de dinamitaha provocado un acalorado debate sobre su ambiguo final. Con el telón de fondo de una posible crisis nuclear, la película explora la tensión dentro de la Sala de Situación de la Casa Blanca mientras los funcionarios lidian con la amenaza de un misil entrante. A pesar de la intensa preparación, la película termina abruptamente, dejando a la audiencia sin una resolución clara sobre las elecciones del presidente o el destino de una importante ciudad estadounidense.
Los críticos han expresado reacciones encontradas ante este final poco convencional. Algunos, como David Fear de Rolling Stone, lo describieron como frustrantemente anticlimático, sugiriendo que evita deliberadamente la resolución para dejar a los espectadores desconcertados. John Powers de NPR expresó sentimientos similares y encontró la conclusión demasiado ambigua e insatisfactoria. Las reacciones en las redes sociales variaron desde duras críticas que lo llamaron «el peor final jamás visto» hasta afirmaciones de que «no habría recompensa».
Por el contrario, algunos espectadores han llegado a apreciar el final poco convencional de la película. Fred Kaplan de Slate inicialmente vio el final como un posible paso en falso, pero luego lo consideró la única conclusión realista dada la premisa de la película. Bigelow, conocida por sus trabajos anteriores como La bóveda del dolor Y Cero treinta oscurodefendió la decisión, afirmando que su intención era que la película provocara una discusión en lugar de proporcionar un cierre.
Señaló: «Quiero que el público salga de los cines pensando: ‘Está bien, ¿qué hacemos ahora?'». Bigelow enfatizó la importancia de abordar las cuestiones nucleares globales y esperaba que la película estimulara la conversación sobre este tema apremiante. Ella expresó su perspectiva de manera sucinta y dijo: «Mientras tanto, realmente vivimos en una casa de dinamita».
El guionista Noah Oppenheim explicó el enfoque de la película. Explicó que las preguntas sin respuesta sobre la decisión del presidente y el resultado del misil no eran centrales para la historia. En lugar de ello, intentó pensar en las implicaciones más amplias de ejercer un poder tan enorme en condiciones de extrema coerción. “¿Debería una persona tener el poder de decidir el destino de toda la humanidad, con poca preparación y sólo unos minutos para decidir?” se preguntó, enfatizando el terror inherente a tales escenarios.
Oppenheim reiteró que la conclusión de la película sirve como «un llamado de atención y una invitación a la conversación». Señaló que no importa cómo imaginemos que termina la historia, la aterradora realidad es que las armas nucleares y procesos similares tienen una presencia constante en los asuntos globales. Esta preocupante realidad plantea la cuestión de si la sociedad se siente cómoda con tales riesgos o si se deben tomar medidas para abordarlos.
Si Una casa hecha de dinamita continúa transmitiéndose en Netflix, queda claro que su final –y la discusión crítica que ha generado– plantea preguntas importantes sobre el poder, la responsabilidad y las amenazas muy reales que persisten en el mundo moderno.



