A los oficiales militares estadounidenses involucrados en operaciones en América Latina bajo el presidente Donald Trump se les ordenó firmar acuerdos de confidencialidad (NDA), un hecho que ha generado preocupación sobre las consecuencias de una creciente presencia militar en la región. Fuentes familiarizadas con la situación, que hablaron bajo condición de anonimato, señalaron que la medida es muy inusual porque los oficiales militares ya están obligados a mantener la confidencialidad de la seguridad nacional. No se había informado anteriormente sobre el uso por parte del Departamento de Defensa de acuerdos de confidencialidad específicos para actividades latinoamericanas.
El telón de fondo de esta maniobra incluye el reciente despliegue del grupo de portaaviones Gerald Ford en América Latina, una medida que los analistas han considerado excesiva en relación con el propósito declarado de las operaciones antinarcóticos. Desde principios de septiembre, las fuerzas estadounidenses han llevado a cabo al menos 13 ataques contra presuntos buques narcotraficantes en el Caribe, causando aproximadamente 57 víctimas. Si bien el Pentágono ha reconocido que algunos de los objetivos estaban vinculados a Venezuela, Colombia y Ecuador, ha proporcionado información limitada sobre estas operaciones.
El actual refuerzo militar, que incluye otros 10.000 soldados y una importante potencia de fuego, incluye destructores con misiles guiados, aviones de combate F-35 y un submarino nuclear. Los observadores han cuestionado la necesidad de una presencia militar tan sólida para las misiones antinarcóticos. Bajo el secretario de Defensa, Pete Hegseth, se han intensificado las medidas para controlar el flujo de información dentro del Pentágono, incluidas directrices que exigen que el personal busque aprobación antes de contactar a los miembros del Congreso.
Los legisladores han expresado su frustración por no haber sido mantenidos informados sobre aspectos clave de las operaciones. El senador Lindsey Graham, un republicano con vínculos con la administración Trump, citado en una entrevista televisiva dijo que el presidente pronto discutiría con el Congreso «futuras posibles operaciones militares contra Venezuela y Colombia». Esto sigue a las acusaciones de Trump que vinculan a ambos países con el tráfico de drogas, afirmaciones negadas por sus respectivos gobiernos.
Las tensiones entre Estados Unidos y Colombia han aumentado aún más, especialmente después de que Trump llamara al presidente colombiano Gustavo Petro un «capo de la droga ilegal», lo que el gobierno de Petro consideró insultante. Recientemente, Washington también impuso sanciones a Petro, aumentando las tensiones en las relaciones entre Estados Unidos y Colombia.
El mayor enfoque del gobierno en Venezuela, como lo demuestra el reciente aumento de las recompensas por información que conduzca al arresto del presidente venezolano Nicolás Maduro, ha generado críticas generalizadas. La recompensa ahora asciende a 50 millones de dólares, en medio de supuestos vínculos entre el régimen de Maduro y el tráfico de drogas, una afirmación que Maduro ha rechazado firmemente.
A la luz de estos acontecimientos, los analistas militares y los legisladores están siguiendo de cerca la situación, especialmente en términos de cómo podrían evolucionar las operaciones estadounidenses y qué consecuencias podrían tener en las relaciones internacionales en América Latina.



