Tetsuya Yamagami, un hombre de 45 años, confesó públicamente el asesinato de Shinzo Abe, ex primer ministro de Japón, durante las primeras diligencias de su juicio en Tokio. Yamagami dijo al tribunal que “todo es verdad”, confirmando sus acciones emprendidas el 8 de julio de 2022, cuando mató a tiros a Abe con un arma de fuego casera durante un acto de campaña en Nara. Este impactante acto conmocionó a Japón y a la comunidad mundial, impactando profundamente el panorama político.
Abe, conocido por su asertiva política exterior y sus importantes reformas económicas conocidas como «Abenomics», recibió varios disparos y sucumbió a sus heridas ese mismo día. Su asesinato dio lugar a una extensa investigación sobre las conexiones de Abe con la Iglesia de la Unificación, a menudo denominada despectivamente los «Moonies». Yamagami ha afirmado que la iglesia jugó un papel crucial al llevar a su familia a la ruina financiera, acusándola de arruinarlos por una suma de 100 millones de yenes (aproximadamente el equivalente a 660.000 dólares) a través de donaciones sustanciales de su madre.
Este trágico incidente también dio lugar a investigaciones sobre la Iglesia de la Unificación, desentrañando conexiones que se remontaban a Corea del Sur, donde se fundó la organización. A raíz del asesinato, varios funcionarios del gobierno japonés dimitieron tras revelaciones sobre sus vínculos con la iglesia. En marzo de 2023, un tribunal de Tokio ordenó la disolución de la iglesia, revocando su exención fiscal y exigiendo la liquidación de sus activos.
A pesar de la gravedad de las acciones de su hijo, la madre de Yamagami supuestamente mantiene su fe en la iglesia, y los medios locales citan sus afirmaciones de que su fe en la organización sólo ha aumentado a raíz de la tragedia. Aunque Yamagami admitió su culpabilidad por el asesinato en el juicio, negó los cargos relacionados con violaciones de las estrictas normas de control de armas de Japón, alegando que el arma de fuego casera utilizada no cumple con la definición legal de arma ilegal.
A medida que continúa el juicio, que se espera que dure hasta enero de 2024, ha atraído una atención significativa sobre las ya estrictas leyes de armas de Japón, que se han endurecido aún más desde el incidente. El caso no sólo ha puesto de relieve cuestiones relacionadas con el control de armas en Japón, sino que también ha provocado una discusión más amplia sobre la influencia de las organizaciones religiosas y sus vínculos con figuras políticas del país.



