Las actuales tensiones económicas entre Estados Unidos y China se desarrollan en el contexto de negociaciones críticas mientras los presidentes Donald Trump y Xi Jinping se preparan para reunirse en Busan, Corea del Sur. Si bien es poco probable que se alcance un acuerdo integral para resolver todas las cuestiones pendientes, ambos países parecen estar preparados para lograr avances suficientes para disipar las preocupaciones de los mercados financieros y mitigar mayores daños económicos.
El ex funcionario comercial y diplomático estadounidense Jeff Moon interpreta las recientes propuestas como intentos de distensión, pero reconoce que sigue siendo difícil alcanzar un gran acuerdo que resuelva todos los aspectos de la relación bilateral. La sensación de entusiasmo por llegar a un acuerdo se reflejó en declaraciones de representantes comerciales clave, y el principal negociador de China, Li Chenggang, sugirió que se había alcanzado un consenso tentativo. El secretario del Tesoro de Trump, Scott Bessent, se hizo eco de estos sentimientos y destacó un marco exitoso que surgió de las discusiones.
Las reuniones anteriores entre negociadores estadounidenses y chinos de este año habían producido sólo altos el fuego preliminares y marcos generales, en lugar de acuerdos sustantivos. El aumento de las tensiones este mes había llevado a Trump a amenazar con un arancel adicional del 100% a las importaciones chinas, aumentando aún más la ya significativa presión arancelaria que enfrentan las empresas estadounidenses. Sin embargo, hubo señales claras de progreso, ya que Bessent indicó que aranceles tan elevados podrían “efectivamente descartarse” a medida que avancen las negociaciones.
Siguen existiendo importantes puntos de discordia, siendo uno de los más apremiantes el control por parte de China de los elementos de tierras raras, que son esenciales para varias tecnologías avanzadas, desde aviones de combate hasta vehículos eléctricos. El reciente endurecimiento de los controles de exportación por parte de China ha subrayado aún más su influencia en este sector. Los expertos señalan que, si bien Estados Unidos y otros países están invirtiendo significativamente en la creación de fuentes alternativas, este cambio probablemente llevará años. En consecuencia, China puede intentar ejercer estratégicamente su dominio en las tierras raras.
Otra faceta del panorama de negociaciones son las compras de soja de China a Estados Unidos, que han disminuido significativamente este año a medida que el país ha recurrido a proveedores en Brasil y Argentina. Los representantes agrícolas estadounidenses tienen la esperanza de que se prometan mayores importaciones de soja desde China para apoyar a los agricultores estadounidenses, aunque todavía hay escepticismo sobre la aplicabilidad de tales promesas.
En medio de estas conversaciones comerciales, Estados Unidos ha endurecido sus propios controles de exportación de tecnología sensible, un punto de discusión que Beijing ha protestado vehementemente como un abuso del concepto de seguridad nacional. Si bien algunos especulan que Estados Unidos podría considerar aliviar estas restricciones, no ha habido indicios formales de cambios en la política.
Además, los dos países están lidiando con las consecuencias de los aranceles de Trump sobre las importaciones chinas, que fueron impuestos para presionar a Beijing por preocupaciones sobre el tráfico de drogas, particularmente sobre la producción de fentanilo. El progreso en la negociación de estos aranceles ha sido lento, pero discusiones recientes han señalado posibles acuerdos tentativos para frenar el flujo de precursores químicos hacia Estados Unidos.
A pesar de estos diálogos, persisten desafíos importantes en la relación más amplia entre Estados Unidos y China, especialmente cuando China busca superar los desafíos económicos internos a través del aumento de la producción y las exportaciones, que chocan con los intereses estadounidenses destinados a proteger su propia base industrial. Moon enfatiza que si bien ambos países no pueden desacoplarse completamente debido a su dependencia mutua, los intentos de dañarse mutuamente podrían tener consecuencias perjudiciales para ambos países a largo plazo.
De cara al futuro, los analistas sugieren que los enfoques tácticos destinados a reducir la fricción –en lugar de soluciones integrales– caracterizarán la relación y alimentarán los ajustes en curso sin abordar los problemas sistémicos más profundos.



