Un equipo de investigación del Instituto de Energía de la Universidad de Beijing, dirigido por el académico Jin Zhijun, ha logrado un gran avance en nuestra comprensión de la dinámica climática antigua. Su extenso estudio, publicado recientemente en comunicación de la naturalezaprofundiza en la interacción entre la actividad tectónica y los ciclos astronómicos durante el Paleozoico tardío, un período crítico comprendido entre hace 360 y 250 millones de años.
Durante esta era, la Tierra experimentó profundas transformaciones, incluida la fusión de continentes en el supercontinente Pangea, extensas glaciaciones y la formación de depósitos ricos en materia orgánica que eventualmente evolucionarían hasta convertirse en combustibles fósiles. Aunque se ha establecido que tanto los fenómenos tectónicos (como las erupciones volcánicas y la formación de montañas) como las influencias astronómicas (como las variaciones en la órbita de la Tierra y la inclinación axial) dieron forma a estos cambios, la sinergia entre los dos sigue siendo un tema de intriga.
Esta investigación muestra que una fuerte actividad tectónica a menudo resultaba en inestabilidad climática, mientras que los períodos tectónicos más tranquilos conducían a condiciones climáticas más estables, propicias para el entierro de carbono orgánico. Las implicaciones de estos hallazgos se extienden más allá de los análisis históricos y brindan información que podría informar las predicciones sobre cómo las variables climáticas actuales, incluido el aumento de los niveles de CO₂, podrían remodelar el clima de nuestro planeta en el futuro.
Para lograr estos conocimientos, el equipo clasificó el Paleozoico tardío en tres fases tectónicas distintas, utilizando una combinación de reconstrucciones de placas, análisis de datos geoquímicos y modelos del ciclo del carbono. Identificaron dos épocas de mayor actividad tectónica, hace unos 360-330 millones de años y hace 280-250 millones de años, caracterizadas por una mayor actividad volcánica y fluctuaciones climáticas. Por el contrario, la fase media, que duró entre 330 y 280 millones de años, mostró una reducción de los eventos tectónicos, lo que resultó en menores emisiones de CO₂, temperaturas más bajas y un clima más estable.
El estudio subraya que durante estos intervalos más tranquilos la influencia de los ciclos astronómicos sobre la temperatura y las precipitaciones fue mayor, ya que los datos de sedimentos mostraron señales más claras. Estas señales a menudo quedaron oscurecidas durante fases tectónicas más activas debido a picos en las emisiones volcánicas de CO₂. Además, las simulaciones del equipo revelaron que las variaciones en los niveles de CO₂ amplificaban significativamente la variabilidad climática, creando vínculos cruciales entre la actividad tectónica y el equilibrio climático global.
Esencialmente, este estudio cambia las narrativas actuales que rodean la historia climática antigua al ilustrar los mecanismos entrelazados de los procesos internos de la Tierra y las fuerzas astronómicas externas. Este modelo integral no sólo contribuye a nuestra comprensión del ciclo del carbono a largo plazo, sino que también sirve como una valiosa referencia histórica para la investigación climática en curso.



