Militares estadounidenses atacan presuntos barcos narcotraficantes en medio de crecientes tensiones con Venezuela


Como aviador naval veterano, la carrera de Alvin Holsey giró en torno a realizar misiones de precisión y volar helicópteros sobre amenazas potenciales a los Estados Unidos. Recientemente, el almirante, que actualmente dirige el Comando Sur del ejército estadounidense, fue puesto a cargo de una operación controvertida. El 2 de septiembre, sin previo aviso ni intentos de interdicción, el ejército estadounidense lanzó ataques contra presuntos barcos narcotraficantes que operaban en el Mar Caribe. Esta misión marcó un alejamiento significativo de las operaciones estándar, ya que Holsey fue responsable de designar estos barcos como objetivos «terroristas», una categorización que resultó en la muerte de al menos 43 personas.

Holsey expresó su preocupación sobre la legalidad y ejecución de estas operaciones a los líderes del Pentágono poco después de que comenzaran, lo que generó alarmas que llevaron a una tensa reunión con el secretario de Defensa, Pete Hegseth. Luego de este intercambio, Holsey anunció planes de renunciar el próximo mes, apenas un año después de una asignación de tres años. La respuesta del Pentágono a su partida sigue siendo notablemente ausente, ya que los funcionarios se negaron a hacer comentarios.

A pesar de las preocupaciones de Holsey, las acciones militares se han intensificado. Según se informa, otro ataque durante la noche mató a seis personas, lo que llevó al Pentágono a anunciar el despliegue del grupo de ataque del portaaviones USS Gerald R. Ford desde el Mediterráneo hasta el Caribe. Este grupo de trabajo, que puede contar con 5.000 personas, tiene como objetivo aumentar las capacidades de Estados Unidos para detectar e interrumpir actividades ilegales. Esto marca la mayor presencia naval en el Caribe desde la Crisis de los Misiles Cubanos, con 6.500 infantes de marina y marineros ya estacionados en la región, junto con otros 3.500 soldados en las cercanías. Los expertos sugieren que si bien la potencia de fuego del portaaviones es excesiva para atacar embarcaciones pequeñas, podría facilitar ataques aéreos contra objetivos terrestres en Venezuela.

La evolución de la retórica de los funcionarios estadounidenses indica una creciente disposición a considerar un cambio de régimen en Venezuela, con declaraciones que implican una confrontación directa con el presidente Nicolás Maduro. Las estrategias del gobierno parecen volverse cada vez más agresivas, y algunos funcionarios han expresado su voluntad de alentar deserciones militares dentro del régimen de Maduro para acelerar su colapso. Sin embargo, a pesar de casos anteriores de deserciones militares durante otras crisis venezolanas, el régimen actual permanece intacto.

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Aunque todavía no se han producido ataques en territorio venezolano, las operaciones militares han provocado respuestas de Maduro, que ha intentado sin éxito negociar una desescalada con funcionarios estadounidenses. También han surgido tensiones con el presidente colombiano Gustavo Petro, quien ha criticado las huelgas por dañar a pescadores inocentes. A su vez, el presidente Trump respondió etiquetando a Petro como involucrado en el narcotráfico, lo que intensificó aún más las tensiones diplomáticas en la región.

A la luz de la creciente acción militar, Trump ha señalado su intención de actuar sin consultar al Congreso, declarando que Estados Unidos atacaría a quienes considera amenazas sin justificaciones legales tradicionales. Los críticos señalan que aunque estas operaciones están etiquetadas como misiones antidrogas, sus implicaciones para la política exterior de Estados Unidos son complejas y de largo alcance. Los ataques han llevado a algunos analistas a etiquetarlos como una campaña de presión destinada a desestabilizar al gobierno de Maduro, en marcado contraste con las promesas anteriores de Trump de no involucrarse en conflictos extranjeros.

A medida que las fuerzas estadounidenses se acumulan en el Caribe, los expertos militares coinciden en que la administración puede estar preparándose para operaciones que eviten una invasión directa, inclinándose en cambio por ataques aéreos similares a aquellos contra instalaciones nucleares en Irán. Sin embargo, las implicaciones de tales acciones están plagadas de riesgos, ya que el ejército venezolano tiene capacidades que podrían desafiar a las fuerzas estadounidenses, incluidos sistemas antiaéreos que podrían representar una seria amenaza para los aviones estadounidenses.

Estos acontecimientos plantean serias dudas sobre las consecuencias de la escalada de acciones militares en Venezuela y resaltan el potencial de consecuencias violentas si el régimen colapsara. Si bien algunos defienden la presión para lograr una transición pacífica, la creciente militarización de la política estadounidense en la región indica un cambio hacia la confrontación directa que podría tener consecuencias duraderas y volátiles.



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