Pescador ecuatoriano entre los sobrevivientes del ataque militar estadounidense a un presunto narcotraficante


En una conmovedora revelación desde la provincia de Santa Elena, Ecuador, ha surgido la historia de Andrés Fernando Tufiño Chila, que despierta emociones y plantea preguntas sobre las complejas realidades de la vida en una región que lucha contra el narcotráfico. Tufiño Chila, de 41 años, no había estado en contacto con su hermana durante casi un año cuando se enteró de su inesperada participación en un incidente importante que involucró a las fuerzas estadounidenses.

La semana pasada, Tufiño Chila, junto con otra persona, sobrevivió a un ataque militar estadounidense contra un submarino sospechoso de transportar drogas en el Caribe. La operación, que según el presidente Donald Trump tenía como objetivo interceptar un barco con destino a Estados Unidos, resultó en dos muertes. Después de su rescate, Tufiño Chila y el otro sobreviviente fueron devueltos a su país de origen, pero Trump los calificó de “terroristas”, caracterización que molestó profundamente a su familia.

Su hermana, que optó por permanecer en el anonimato por razones de seguridad, defendió con vehemencia a su hermano contra las acusaciones de criminalidad. «No, no… No lo es. No es un criminal», afirmó, enfatizando su papel como devoto padre de seis hijos. Reveló que a pesar de sus problemas familiares –su esposa lo había abandonado, se había llevado a sus hijos pero aún recibía apoyo económico de él– Tufiño Chila siempre había sido un motivo de alegría para ella. «Es muy feliz y divertido», recordó, y agregó que él es «todo lo que más amaba». Sin embargo, la incertidumbre acecha ya que no ha sabido nada de él desde su regreso.

La Fiscalía General del Ecuador afirmó que no había pruebas de que Tufiño Chila hubiera cometido delitos en Ecuador. Sin embargo, su pasado en Estados Unidos cuenta una historia diferente. Según documentos judiciales, fue arrestado frente a las costas de México en 2020 y condenado por tráfico de drogas antes de ser deportado. En particular, la familia tiene antecedentes de arrestos relacionados con drogas; Dos de los hermanos de Tufiño Chila fueron arrestados por cargos similares; uno todavía está bajo custodia en Estados Unidos y el otro en Ecuador.

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Los juicios de la familia Tufiño Chila reflejan un problema más amplio en Ecuador, donde el país se ha convertido en un importante punto de tránsito de cocaína, con alrededor del 70% del suministro mundial de cocaína fluyendo a través de sus costas desde Colombia y Perú. Para muchos pescadores locales, la realidad es dura: con un ingreso mensual promedio de sólo 100 dólares, el tráfico ilegal de drogas es una alternativa atractiva que promete cantidades de dinero que potencialmente les cambiarán la vida.

Este escenario se ha visto exacerbado por las operaciones militares estadounidenses contra embarcaciones de narcotráfico. Recientemente, Estados Unidos ha intensificado su campaña militar, particularmente dirigida a barcos sospechosos de contrabando de drogas, y el último incidente provocó dos muertes a bordo de un barco en el Océano Pacífico Oriental. Desde principios de septiembre, las acciones militares estadounidenses contra estos barcos han dado lugar a al menos ocho ataques conocidos, que han provocado la muerte de al menos 34 personas, principalmente en el Caribe.

Si bien la administración Trump afirma que estas medidas son iniciativas que salvan vidas contra las sobredosis relacionadas con drogas, los críticos señalan que la mayoría de las muertes por sobredosis en los EE. UU. están relacionadas principalmente con el fentanilo, que no llega por las mismas rutas que la cocaína.

A medida que el conflicto continúa, a menudo son los pescadores locales –como Tufiño Chila– quienes se encuentran atrapados en el punto de mira de una guerra más amplia contra el narcotráfico. Las pandillas que los emplean consideran que estos individuos son prescindibles y, por lo general, no son los líderes de alto rango de los cárteles, sino aquellos que están dispuestos a asumir riesgos significativos por una recompensa escasa.

En un pequeño pueblo costero, la hermana de Tufiño Chila sigue manteniendo la habitación de su hermano como santuario, honrando su memoria con una vela encendida y ropa perfectamente doblada sobre su cama. Mientras espera noticias sobre su bienestar, encuentra consuelo al saber que él todavía está vivo, lo que refleja un profundo vínculo familiar que perdura en medio de circunstancias turbulentas.



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