El 15 de octubre tuvo lugar una importante operación militar en el Caribe, que atrajo una amplia atención en las redes sociales. Se informó que aviones de combate F-35B del Cuerpo de Marines de los EE. UU. escoltaban a los bombarderos B-52H de la Fuerza Aérea de los EE. UU., lo que marca una notable demostración de capacidades militares por parte del Comando Sur de los EE. UU. La operación no sólo tenía como objetivo fortalecer la disuasión contra posibles amenazas en la región, sino que también brindó una oportunidad de capacitación vital para futuros despliegues globales.
Las trayectorias de vuelo de los bombarderos B-52 fueron rastreadas en tiempo real por inteligencia de código abierto (OSINT) utilizando aplicaciones de radar disponibles públicamente. Por el contrario, los sigilosos F-35 escaparon al seguimiento público, aunque desde entonces se han publicado imágenes de estos aviones. La misión incluyó varios lugares, con aviones volando sobre el Golfo de México antes de pasar por el Canal de Yucatán y entrar en el espacio aéreo frente a la costa de Venezuela, donde volaron en círculos en un patrón de espera, particularmente cerca de las islas de Gran Roque y La Orchila, áreas reconocidas por su presencia militar bajo el régimen venezolano.
Esta operación es particularmente importante a la luz de las tensiones actuales entre Estados Unidos y Venezuela. Estas tensiones intensificadas se derivan de los ataques aéreos estadounidenses a barcos vinculados a redes de narcotráfico, que Washington ha calificado de organizaciones terroristas. Tales acciones han generado duras críticas en Caracas y han alimentado el debate en la región y a nivel internacional, planteando dudas sobre la legalidad de estas misiones militares según el derecho internacional.
Antes de este evento, se sabía que Estados Unidos había desplegado cazas F-35 en Puerto Rico, creando un punto de lanzamiento estratégico para operaciones aéreas sobre el Caribe en medio del reciente posicionamiento de activos navales en la región. En respuesta, el gobierno venezolano desplegó sus propios cazas F-16 y un número limitado de activos navales, además de realizar ejercicios de entrenamiento que integraron tanto a personal militar activo como a milicias civiles.
Los funcionarios venezolanos, incluido el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, afirmaron que sus sistemas de radar habían detectado F-35B estadounidenses operando en el área, caracterizando los vuelos como provocaciones de los informes estadounidenses que mostraban la presencia de al menos cinco de estos cazas furtivos en la Región de Información de Vuelo de Maiquetía, y afirmaciones posteriores surgieron de una aerolínea colombiana que informó avistamientos de aviones estadounidenses en el área.
Esta reciente acción militar no ha hecho más que alimentar las tensiones existentes y sigue siendo un punto central de discusión en las relaciones internacionales. Provoca una variedad de respuestas y refleja la complejidad de la dinámica de seguridad en las regiones del Caribe y América Latina.