Han pasado tres años desde que se abrió un colosal sumidero cerca de una mina de cobre en Tierra Amarilla, Chile, y desde entonces el incidente se ha vuelto emblemático de problemas más amplios, incluidas las prácticas mineras incontroladas y la creciente escasez de agua. Este evento, ocurrido en julio de 2022, resultó en una enorme cavidad de 36 metros de ancho y 200 metros de profundidad, dejando a la comunidad lidiando con sentimientos de vulnerabilidad y abandono.
El socavón, peligrosamente cerca de zonas residenciales que incluyen un centro de salud y una guardería, provocó un temor generalizado entre los lugareños. “Desde que ocurrió el socavón… hemos vivido con miedo”, dijo Rudy Alfaro, un residente a media milla del sitio. El malestar resuena por toda la ciudad, ya que muchas familias han visto a sus hijos exhibir cambios de comportamiento marcados por el estrés y la ansiedad. Incluso las renovaciones rutinarias de las viviendas se estancan porque las familias dudan en hacer cambios a la sombra de una posible inestabilidad geológica.
Contrariamente a la creencia inicial de que un terremoto había provocado que el suelo cediera, las investigaciones revelaron que el colapso fue el resultado de prácticas excesivas de minería subterránea, que agotaron gravemente un acuífero cercano responsable de mantener la estabilidad geológica. El desierto de Atacama, inherentemente caracterizado por su extrema aridez, enfrentó mayores riesgos a medida que se deterioraba la integridad estructural del país. En 2025, un tribunal confirmó el daño irreversible al acuífero y ordenó a Lundin Mining, la empresa matriz de Minera Ojos del Salado, emprender esfuerzos para restaurar el área y proteger los sistemas de agua locales.
Rodrigo Sáez, director regional de recursos hídricos, enfatizó que restaurar el equilibrio hidrológico requeriría un amplio monitoreo y mejoras de infraestructura, que podrían abarcar décadas. Sin embargo, la comunidad local enfrentó importantes retrasos a la hora de recibir respuestas útiles de las autoridades. Aunque las autoridades geológicas chilenas inicialmente detuvieron las actividades mineras en Alcaparrosa después del colapso, pasaron años antes de que se hicieran realidad medidas reales para abordar la situación. No fue hasta 2025 que el sistema de justicia reconoció formalmente los daños y dirigió las acciones requeridas, reforzando la percepción de los lugareños de que su seguridad había sido sacrificada en aras de los objetivos de producción.
A medida que disminuyó la confianza en los sistemas de gobernanza, los residentes de Tierra Amarilla, junto con las organizaciones ambientalistas, comenzaron a abogar por regulaciones más estrictas. Piden la creación de zonas de amortiguamiento para separar las zonas industriales de las residenciales, reparaciones aceleradas para las familias afectadas y una mejor supervisión de las actividades mineras. Si bien estas demandas apuntan a promover cambios significativos en la gobernanza local y las prácticas mineras, muchos en Tierra Amarilla siguen siendo escépticos sobre el potencial de una mejora sustancial. La sombra del sumidero todavía se cierne sobre nosotros, lo que hace que la perspectiva de un futuro pacífico y seguro parezca terriblemente lejana.