En un acontecimiento importante, el Pentágono anunció la creación de un nuevo grupo de trabajo conjunto para manejar las operaciones antinarcóticos en América Latina. Esta iniciativa tiene como objetivo fortalecer los esfuerzos militares en la lucha contra los cárteles de la droga, lo que refleja una escalada de las operaciones militares estadounidenses en la región.
El secretario de Defensa, Pete Hegseth, caracterizó al grupo de trabajo como una medida decisiva para “aplastar a los cárteles, detener el veneno y mantener a Estados Unidos a salvo”, enfatizando un enfoque de tolerancia cero hacia el tráfico de drogas dirigido a las costas estadounidenses. “El mensaje es claro: si trafican drogas a nuestras costas, lo detendremos”, afirmó en la plataforma de redes sociales X.
Actualmente, las operaciones militares estadounidenses tienen como objetivo principalmente buques sospechosos de narcotráfico en el Mar Caribe, y misiones recientes resultaron en la destrucción de al menos cuatro embarcaciones y la muerte de 21 personas. El Comando Sur del Ejército de Estados Unidos, que gestiona las operaciones en América Latina, anunció que el nuevo grupo de trabajo estará liderado por la II Fuerza Expedicionaria de la Marina (II MEF), unidad conocida por su capacidad de respuesta rápida y con base en Carolina del Norte.
El almirante Alvin Holsey, líder del Comando Sur, expresó su confianza en que el grupo de trabajo mejoraría la capacidad de detectar, desarticular y desmantelar eficazmente redes de tráfico ilícito. Se espera que el II MEF coordine esfuerzos de manera más eficiente con los países socios, fortaleciendo las operaciones antinarcóticos conjuntas en el hemisferio occidental. El teniente general de la Armada Calvert Worth, quien dirigirá el grupo de trabajo, reiteró que el enfoque principal está en las operaciones marítimas con patrullas, vigilancia aérea, interdicción de precisión y un sólido intercambio de inteligencia.
Sin embargo, el anuncio ha generado preocupación entre los legisladores demócratas y expertos legales, quienes cuestionan las implicaciones legales y el alcance de la autoridad presidencial en estas operaciones. Los críticos han señalado que existe una falta de transparencia en cuanto a las pruebas utilizadas para justificar los ataques a los barcos y a las personas involucradas. Además, existen incertidumbres respecto de las municiones específicas utilizadas y las cantidades de drogas que serían objeto de tráfico.
Los expertos jurídicos han argumentado que las justificaciones para acciones letales en el mar pueden no cumplir con los criterios establecidos en las leyes de la guerra, que exigen el uso de medios no letales, como disparos de advertencia, antes de recurrir a la fuerza letal. Además, se han planteado preguntas sobre por qué el ejército estadounidense lleva a cabo tales operaciones en lugar de la Guardia Costera, que está designada como la principal agencia de aplicación de la ley marítima.
En una comunicación reciente al Congreso, el Pentágono indicó que el presidente Trump ha reconocido la participación de Estados Unidos en “un conflicto armado no internacional”, ubicando las acciones de los militares dentro de un marco legal más amplio. Este aviso parece ser un intento de aclarar la lógica jurídica detrás del uso de la fuerza en el Caribe. A medida que la situación evoluciona, el impacto de estas operaciones militares en la política exterior de Estados Unidos y las comunidades locales en América Latina aún está por verse.