La Corte Suprema podría decidir el destino del despliegue militar de Trump en ciudades estadounidenses


Los intentos del presidente estadounidense Donald Trump de utilizar al ejército para tareas de aplicación de la ley en determinadas ciudades estadounidenses pronto podrían ser impugnados en la Corte Suprema, poniendo en juego el futuro de las libertades civiles. La tendencia de la actual Corte Suprema a mantener y potencialmente ampliar los poderes presidenciales podría llevar a un fallo a favor de Trump, lo que tendría consecuencias significativas para la democracia y los derechos civiles en el país.

La situación surge del intento de Trump de «federalizar» las unidades de la Guardia Nacional, permitiendo que las tropas federales operen en ciudades como Los Ángeles, Memphis, Washington DC, Portland y Chicago, todas las cuales, según él, están experimentando desorden. Tradicionalmente, estos despliegues se llevan a cabo a petición de los gobernadores estatales en respuesta a emergencias. La última vez que se llevó a cabo un despliegue federal en contra de los deseos de un gobernador fueron las protestas por los derechos civiles de 1965 en Selma, Alabama.

Las acciones de Trump encontraron resistencia por parte de los gobernadores demócratas, lo que llevó a órdenes de restricción temporales de jueces federales destinadas a bloquear estos despliegues. El núcleo de la disputa legal se centra en tres cuestiones principales: las circunstancias bajo las cuales el gobierno federal puede movilizar a la Guardia Nacional, la cooperación entre las autoridades federales y estatales en el despliegue de la Guardia, y la prohibición de larga data de utilizar el ejército para hacer cumplir la ley en el país.

Estos esfuerzos no sólo ponen a prueba los límites del poder ejecutivo, sino que también desafían un principio estadounidense fundamental que mantiene a los militares fuera de los asuntos internos. Según la Constitución, la autoridad para desplegar la Guardia Nacional recae en el Congreso, que tiene la tarea de convocar milicias para propósitos específicos, como hacer cumplir las leyes, reprimir insurrecciones y repeler invasiones.

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En contraste, el presidente recibe importantes poderes para defender la constitución y garantizar que las leyes se implementen, especialmente en tiempos de crisis. La administración Trump probablemente argumentará que su despliegue militar está justificado por estas responsabilidades constitucionales. Sin embargo, la Ley Posse Comitatus de 1878 complica este escenario, al hacer ilegal que las tropas federales participen en la aplicación de la ley civil a menos que esté explícitamente sancionado por la ley o la Constitución. Las acciones actuales de Trump parecen eludir este requisito legal explícito.

Además, existen varias excepciones, incluida la Ley de Insurrección de 1807, que autoriza el uso presidencial de tropas para reprimir insurrecciones internas. Aunque rara vez se ha invocado desde la era de los derechos civiles, Trump ha indicado que podría considerar usar esta ley para contrarrestar las decisiones judiciales que bloquean su despliegue militar, calificando las protestas antiinmigración en Portland como una «insurrección criminal».

A pesar de las afirmaciones del presidente, las manifestaciones no cumplen con la definición legal de insurrección. Sin embargo, Trump ha indicado que quiere poner a prueba los límites del uso militar para asuntos internos, sugiriendo que estas ciudades podrían servir como «campos de entrenamiento» para las fuerzas armadas.

Si la Corte Suprema falla a favor de Trump, podría darle al presidente la autoridad para definir categóricamente las protestas políticas como insurrecciones que justifican una intervención militar. Esto podría conducir a una participación militar más amplia en los asuntos internos, lo que generaría preocupaciones sobre el papel de los militares en la vigilancia de la sociedad civil y las implicaciones para futuros disidentes políticos y protestas en Estados Unidos. Las consecuencias de tal decisión podrían extenderse más allá de los disturbios actuales y sentar un precedente para la presencia militar en varios aspectos de la vida estadounidense, incluidos futuros eventos relacionados con elecciones.



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